En la música se usa la palabra «talento» más a menudo que en otros ámbitos artísticos. Se habla de si un niño tiene talento para la música, se habla del talento que tenía Mozart, se dice que para ser músico tienes que tener talento. Incluso he conocido a muchos adultos que de pequeños habían estudiado música, que les encanta la música y la disfrutan mucho, pero que no siguieron tocando porque no tenían talento.
Madurez musical, talento y motivación
Un niño que ha sido estimulado musicalmente desde que estaba en la barriga de su madre, que ha escuchado mucha música, que le han cantado canciones de cuna, que ha ido a conciertos y que ha experimentado con la música desde la guardería, tendrá más madurez musical que un niño de la misma edad que ha crecido en una familia disfuncional, que no ha recibido ningún estímulo musical y que ni siquiera tiene una radio en casa.
El primer día de clase es inevitable darse cuenta de que algunos alumnos muestran más facilidad que otros, pero es importante no confundir el talento innato con madurez musical. La destreza o la facilidad musical que muestra un niño puede depender de su talento innato pero sobre todo depende de su grado de madurez musical: los estímulos y la experiencia que haya tenido previamente.
Hay otro factor relevante en el desarrollo de las aptitudes musicales de una persona, y es la motivación. Un niño que siente una atracción especial por la música estará siempre buscando tener más experiencias con ella y así estará adquiriendo madurez musical de manera independiente, absorbiendo toda la música de su entorno.
Dentro de la música también hay diferentes competencias e inteligencias. La aptitud musical no es tan simple como tenerla o no tenerla, sino que es una combinación de diferentes tipos de inteligencias dentro de la música. Una persona puede tener sentido del oído impresionante pero en cambio no tener muy buen sentido del ritmo. Otra persona quizá no tiene muy buen oído pero tiene una facilidad extraordinaria para expresar emociones a través de la música. En cualquier caso, es difícil determinar si la aptitud concreta de una persona se debe al talento innato (o predisposición genética) o en la experiencia musical acumulada (formalmente o informalmente). Es subjetivo evaluar el talento de una persona; incluso diría que es imposible. No podemos desligar a una persona de las experiencias que vivido y por lo tanto no podemos saber si las aptitudes que tiene son innatas o si las ha adquirido.
Tampoco podemos reducir la música a una escala lineal de habilidades. La música es mucho más que eso, es un arte. No se puede comparar el dominio del instrumento y la precisión de Joshua Bell con la capacidad expresiva de Billie Holiday. Cada persona tiene un universo vasto y único para expresar mediante la música, que no es medible en una única escala lineal.
Además, nunca he visto que las escuelas de primaria se decida qué niños son aptos para las matemáticas y qué niños no lo son; cuáles podrán ser matemáticos y cuáles no. ¿Y porqué lo hacemos con la música? ¿Quiénes somos nosotros para predecir y decidir el futuro profesional de una persona?
Caso hipotético: «El talento existe y es verificable»
Por un momento imaginemos que es cierto que hay personas que tienen talento para la música y que hay personas que no tienen. Imaginemos que podemos medir con precisión el talento de una persona. Imaginemos que el talento es un factor decisivo en «el éxito musical».
Dentro de esta hipótesis, ¿queremos enseñar música sólo a aquellos que tienen talento y que creemos que podrán llegar a ser brillantes genios musicales? Por supuesto que necesitamos profesionales de la música que se dediquen a la enseñanza, a hacer conciertos, a componer, a improvisar, a grabar, etc., pero incluso los músicos profesionales necesitan una audiencia que disfrute y entienda la música, ¿verdad? ¿O es que queremos crear un mundo de músicos y no-músicos? La educación musical no puede estar limitada a crear músicos profesionales. Del mismo modo que las matemáticas se enseñan a todos los niños en todas las escuelas y no sólo a los que serán matemáticos, la música también debe ser accesible para todos.
Además, clasificar a las personas según su talento musical no les ayuda. Los que son etiquetados como talentosos viven con la presión de tener que hacer algo de provecho con este talento. También pueden llegar a sentir que sus éxitos se atribuyen al talento innato, que no «se lo han ganado» con su esfuerzo y dedicación. Por otro lado los que son etiquetados como no talentosos pierden la confianza en sí mismos y no ven sentido a seguir tocando, «si total, no llegaré a ninguna parte». Muchos de ellos aparcarán la música y se convertirán en adultos frustrados que nunca pudieron realizar su sueño porque alguien les dijo que no tenían talento. En ambos casos la etiqueta del talento es limitadora.
Es una visión limitadora incluso cuando no juzgamos directamente el talento de un alumno. ¿Cómo se debe sentir un niño de 10 años cuando le dicen que Mozart tenía tanto talento musical que a los 6 años ya compuso su primera obra? ¿Es una información que motivará al niño o que lo hará sentir inferior?
La música nunca debería ser una fuente de frustración. Ninguna persona debería sentir que «la música no es para mí». A cualquier nivel que uno se encuentre debe poder disfrutar de la música sin complejos, ya sea un niño pequeño tocando sus primeras notas, un abuelo tocando los cuatro acordes de siempre o un profesional virtuoso del violín.
Incluso en este caso hipotético donde hemos asumido que el talento existe y que es verificable, hemos visto que no positivo ni educativo usar el talento como escala de medida.
Nuestra visión: todo el mundo puede aprender música
No he conocido a nadie que se apunte a clases de yoga y que se pregunte: “¿Tengo talento para el yoga? ¿Podré llegar muy lejos con el yoga? «. Todo el mundo da por hecho que el yoga es una práctica que nos llena, nos conecta con nosotros mismos y que cualquier preocupación por aparentar es una distracción. El propósito del yoga es el yoga en sí. Lo que cada persona descubra dentro del yoga o de qué manera lo hará parte de su vida se escapa de las manos del profesor. Quizás algunas personas practicarán yoga como una práctica diaria complementaria en su vida, otras personas escribirán libros sobre yoga y tal vez algunos enseñarán yoga. Para la mayoría de ellos la práctica del yoga siempre será un momento de conexión y crecimiento, un momento donde están presentes en el aquí y el ahora, un momento donde se enfrentan con su propia existencia.
La música es lo mismo: hay infinitos caminos dentro de la música e infinitas maneras en que la música puede formar parte de la música de una persona. Como he argumentado antes, es imposible juzgar el talento de una persona sobre todo porque el talento no es algo único, objetivamente verificable y que se pueda medir con una escala única y lineal. Aprender música nos puede aportar muchos beneficios y mucha satisfacción, y le toca cada uno decidir qué papel quiere que la música tenga en su vida.
Si eres profesor de música …
Si eres profesor de música tienes en tus manos no sólo la educación musical de tus alumnos sino también su crecimiento personal, su educación como personas. Tienes la capacidad de motivar a tus alumnos y de transmitirles la magia de la música. Cualquiera que sea la madurez musical de un alumno en concreto, tienes la capacidad de hacerlo avanzar un paso adelante. Cada alumno presenta retos diferentes que te dan la oportunidad de abrir las puertas de un mundo maravilloso, iniciarlo en un camino de aprendizaje que durará toda la vida.
Es nuestra responsabilidad hacer que nuestros alumnos tengan una relación sana con la música, que descubran en ella una fuente inagotable de placer, que sean personas más completas y capaces. Nuestro trabajo es potenciar las capacidades individuales de cada alumno y hacerlos llegar tan lejos como podamos, dándoles a todos la oportunidad de experimentar la música y decidir en cada momento qué harán con ella.
Volviendo a la pregunta inicial: ¿es importante el talento?
Dar importancia al talento es tener una visión limitada de qué es la música y del potencial de transformación personal y social que tiene. Los mitos del talento han creado muchas personas bloqueadas, con una autoestima musical por los suelos y que tienen una relación de amor-odio con la música.
He visto algunos profesores o academias que comunican a los padres que su niño no tiene talento para la música, que mejor que se dedique otra cosa. ¿Imaginas al maestro de lengua de la escuela diciendo: «Este niño no tiene potencial, no es necesario que siga aprendiendo, es mejor que se dedique a otra cosa»? Más bien el que estaría demostrando una falta de nivel sería el profesor, ¿verdad? Por otro lado, hay personas que dicen que dejaron de tocar el piano porque no tenían talento musical. Imaginas a alguien que diga: «Dejé de leer libros porque soy tonto.»? A mí me parece que el talento es muy a menudo una excusa tanto para no aprender como para no enseñar.
Necesitamos un nuevo paradigma de educación musical que no se obsesione por etiquetas superficiales como el talento: un modelo educativo que haga florecer el potencial individual de cada alumno.
Propongo que adoptamos un lenguaje que nos permita liberarnos de los miedos y los estigmas, que no nos limite, que alimente nuestra autoestima, que nos inspire a seguir descubriendo, y que en definitiva nos permita disfrutar de la música sin frustraciones.
¿Dejamos de hablar del talento?
Mireia Clua Geli
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